Estimado señor Rilke

Por: Ale Gil

Fotografías: Cortesía

Dramaturgia: Nora Manneck y Adrián Alarcón

Dirección: Nora Manneck

Elenco: Adrián Alarcón Bernardo Benítez (voz)

Considero no equivocarme cuando expreso que en todos nosotros existe un Pepe grillo que en lugar de apoyar e impulsar nuestros intentos de creación actúa a la inversa, nos traiciona al susurrarnos al oído las partes más débiles de nuestro proceso creativo, sé que está en todos, pero algunos de nosotros lo tenemos más desarrollado logrando socavar los intentos de cualquiera que sea la creación, y ya sé, que como siempre les propongo soluciones para esta clase de problemas hoy estén pensando que a continuación les daré: “3 herramientas para fortalecer al pepe grillo correcto”, pero no, esta ocasión la propuesta va más a la satisfacción de sus sentidos, a la exaltación de la empatía al comprender que muchas otras personas viven lo mismo que nosotros, que muchos nos sentimos frustrados e inseguros de nuestra capacidad de creación, ese es el caso de Franz Kappus, un joven militar que al encontrarse en medio de la guerra piensa que su entorno es estéril y violento, pero sobre todo considera que traiciona su intención de crear belleza, además de esto, vive de forma intensa y tortuosa “la soledad”, pero no cualquier soledad, porque Kappus si tiene gente alrededor de él y una familia con la que convive con afabilidad, pero a pesar de ello tiene la percepción de que no logra conectar realmente con ellos, su mundo le parece frívolo, sin sentido y por ende carente del valor de nutrirle a Kappus en sus objetivos creativos.

Es justo en este momento cuando logra hacer contacto con el poeta y novelista austriaco Rainer María Rilke, quien amablemente responde las cartas del joven Kappus intentando mostrarle a través de sus letras y madurez una perspectiva más afable de aquello que le aqueja, pero sobre todo comprender que, cuando se trata de crear belleza, cualquier ambiente es propicio para el artista o en este caso para el poeta, porque incluso en las circunstancias más crudas e inhóspitas existen emociones que nos conectan y nos permiten rescatar algo sincero de nuestra humanidad, además y la parte más relevante que Rilke le insistía al joven Kappus que debía entender, es que, en la soledad, esa soledad que todos experimentamos alguna vez en nuestra vida, a pesar de estar rodeados de gente, en esa soledad hay algo profundamente valioso, que consiste en un tiempo y espacio vital para que Kappus pudiese conectarse consigo mismo, viajar a las profundidades de su ser y descubrir de esta forma su esencia como escritor, por ende y lo relevante de la propuesta Rilke es que no debe intentar escapar de ella.

La obra es esto, un entramado de ida y vuelta, de ideas filosóficas profundas y elementales, que van desde la vocación, el talento creativo, el sexo, entre muchos otros temas, que a pesar de los años que nos separan de esas cartas escritas por estos dos pensadores, la validez de aquello que plasmaron continúa siendo tan fundamental y relevante, que la obra se siente viva, creando este reconocimiento empático en uno que observa el pesar de Kappus y percibe la experiencia del buen Rilke.

Además, esta obra es de esas experiencias que se sienten intimas y profundas porque el Centro Cultural El Hormiguero, es pequeño, personal, el espacio se impregna con el aroma a café y te permite sentirte en un ambiente familiar, y cuando entras en la platea puedes sentir casi el contacto con Kappus o Adrián Alarcón quien es el actor encargado de dar vida a este joven nudo de nervios.

Así que, si ustedes se sienten con el antojo de ir a disfrutar de esta obra, corran a comprar sus boletos en la plataforma del Centro Cultural El Hormiguero, estará los 3 los siguientes viernes hasta el 27 de octubre, a las 20 horas, si ustedes son intensos de emociones, les garantizo que les va a gustar.